Hay que ir a Málaga por muchas razones, para ver a los amigos, para escuchar poesía en Irreconciliables, para mirar el mar (sobre los que somos de interior), para subir a la Alcazaba, para dar una vuelta por el museo Picasso, para rebuscar en las librerías de segunda mano. Pero yo, hoy, he venido a ver los árboles de la Alameda Principal. Estos árboles son unos de los habitantes más longevos de la ciudad, fue hacia 1876 cuando se plantaron los ficus en la avenida (originalmente vestida de álamos blancos), de modo que la veintena de ejemplares que ha sobrevivido el paso del tiempo cumple ahora 140 años. Es una buena ocasión para detenerse, buscarlos detrás de las paradas de autobuses, junto a las vallas de las obras, entre los coches, observarlos, y, si es usted de los saben apreciar un buen abrazo, abrazar a un ser vivo que rebasa la altura de los edificios y va camino del siglo y medio.
Uno de los recuerdos más queridos de mi infancia tiene que ver con la Feria del Libro de Córdoba. Es un recuerdo sencillo, se trata de la primera vez que mis padres me animaron a escoger un libro de una de las casetas. Mi elección fue Pío, pío Lope, el pollito miope, de Gloria Fuertes (todavía hoy sigue siendo uno de mis libros favoritos). Quería compartir con ustedes el recuerdo de aquella tarde al comenzar este texto, que es una simple nota de agradecimiento para las personas que decidieron contar con Javier y conmigo para coordinar la programación de la Feria del Libro de Córdoba este año 2016. Quiero agradecérselo, en primer término, a Herme Moreno, presidenta de APLICO, que fue quien nos invitó junto a Ana Rivas, de La República de las Letras, a formar parte de esta aventura, y hago extensivo el agradecimiento a todas las personas involucradas en la organización y a todos los participantes que hicieron posible el evento. Muy especialmente a Rafi Valenzuela, de la Delegación de Cultura del Ayuntamiento, que está pasando una época tan difícil por la ausencia de Eduardo García, cuyo recuerdo y poesía nos acompañará siempre; y a Francisco Lira y los herederos de Tony Soto, que nos permitieron generosamente usar el cuadro “El bosque animado” como imagen central del cartel. Mi cometido fue organizar y potenciar la sección infantil-juvenil de la Feria, así que agradezco la inestimable ayuda de Rafael Ruiz, director de la Biblioteca Central, quien, entre otras cosas, nos prestó los libros y el mobiliario que pudieron disfrutar los niños en la Zona Infantil durante los nueve días de duración de la Feria, y, cómo no, a las personas responsables de la Delegación de Educación, Infancia y Juventud del Ayuntamiento con los que ha sido muy agradable trabajar. La 43ª Feria del Libro de Córdoba ha sido una de las experiencias más hermosas y enriquecedoras que he vivido. No ha sido un camino sin obstáculos, hemos jugado a contrarreloj, hemos tenido que aprender sobre la marcha y es posible que nuestro trabajo no haya salido todo lo bien que hubiésemos querido; sin embargo, el día de la inauguración, la maravillosa ilustradora Violeta Monreal nos enseñó a un público de unas sesenta personas (adultos y niños a los que no importó que estuviera diluviando) la importancia que tiene el que aquello que hacemos sea imperfecto. Y a ello nos aferramos. Imperfecto y todo, con lluvia y todo, hemos puesto nuestro corazón y entusiasmo en el proyecto. Decía Antonio Ventura, en una de sus fantásticas apariciones en la Feria, que el verbo leer es como el verbo amar, que no se puede conjugar en imperativo, y me consta que así, con cariño, sin imposiciones, han disfrutado con las palabras y reído con los autores los centenares de niños que visitaron el Bulevar. Han pasado por allí jóvenes escritores, que aún están en el instituto, deseosos de conocer a otros escritores de su edad, bebés que escuchaban cuentos de labios de sus padres, niños de tres años recitando ante un público de más de doscientas personas (gracias a los amigos y amigas del CEP, especialmente a Beatriz), niños de ocho y diez años que han construido cuentos, dibujado poemas, encontrado el ritmo, elaborado sus propios cuadernos de escritura, aprendido a ilustrar textos... Y, algunos de ellos (yo los he visto), frente a los mostradores de las casetas repletos de volúmenes brillantes, han elegido, cómo yo aquel día inolvidable, el primer libro de su vida.
Hoy en el Taller de poesía del instituto Fidiana la excusa para escribir el poema ha sido Juan Eduardo Cirlot. Concretamente su poema 67 versos en recuerdo de Dadá. Primero hemos leído el texto del escritor y después hemos intentado entre todos crear un poema colectivo que siguiera la misma estructura. Al escribir empezó a revelarse dificultad de la poesía de Cirlot, una poesía visionaria, surrealista, misteriosa, desafiante, profunda, y juguetona. No valía cualquier cosa, había que ser arriesgado, diferente, había que darle al coco y a los sueños y al corazón. Ha sido divertido y hemos grabado el resultado en el siguiente audio, espero que os guste, os dejo con los alumnos de 3º de ESO a sus trece-catorce años: http://www.ivoox.com/poema-homenaje-a-cirlot-recuerdo-dada-audios-mp3_rf_9452465_1.html Y, aquí, el poema original de Juan Eduardo Cirlot:
67 VERSOS EN RECUERDO DE DADÁ El uno se arrodilla dulcemente, el dos tiene las trenzas de papel, el tres llena de plata los triángulos, el cuatro no solloza, el cinco no devora el firmamento, el seis no dice nada a las serpientes, el siete se recoge en las miradas, el ocho tiene casas y ciudades, el nueve canta a veces con voz triste, [Escribí este cuento para el libro Colección de ventanas con lupa, edición comentada, donde se reúnen los cuentos de 32 autores que idearon sus historias para 32 ilustraciones de Miguel Galadí.] "Las fuerzas del orden evacuaron la ciudad. Brotaba agua del suelo. ¿Agua? Era una sustancia transparente, del color de la alta mar, pero viscosa. Yo no podía marcharme sin él. Así que me escondí y, cuando no quedaba nadie, corrí en su busca. Aquella gelatina cubría ya los edificios hasta las azoteas y yo me deslizaba por encima, mis botas apenas se hundían unos milímetros en el volumen creciente. Las calles habían quedado sepultadas allí abajo. Lo encontré en el parque que hay sobre la colina, bebiendo solo, sentado en los escalones del kiosco de la música que aún escapaban a la inundación. Me senté a su lado. Vimos cómo el agua se tragaba las farolas más altas, los árboles, las antenas. Apuramos en silencio la botella. Nuestros ojos inmersos en el azul." El día de la presentación me confundí y leí el texto de Javier, después él leyó el mío, ¡soy un desastre!... Hace ahora 79 años llegaba a su fin en España el año 1936. Muchos murieron aquel año, entre ellos el poeta Federico García Lorca, una de las voces más singulares y poderosas que ha dado la poesía en español. Y mucho se ha escrito ya de las penosas circunstancias de su muerte, que le llegó recién cumplidos los 38 años. Estaba por regalarnos sus mejores libros, y es que por aquellos días él mismo se veía como un escritor en formación: “Yo no he alcanzado un plano de madurez aún... Me considero todavía un auténtico novel. Estoy aprendiendo a manejarme en mi oficio… Hay que ascender por peldaños... Lo contrario es pedir a mi naturaleza y a mi desarrollo espiritual y mental lo que ningún autor da hasta mucho más tarde... Mi obra apenas está comenzada”[1]. Recién comenzada y todo su obra es vasta y luminosa. Y de ella quiero hablarles hoy, si me lo permiten, de los libros y del espíritu del andaluz cósmico nacido en Granada en 1898, la experiencia literaria más deliciosa de muchos lectores, entre los que me incluyo.
No puedo recordar cuándo fue la primera vez que leí un poema de Federico, creo que entonces ni siquiera me habían salido los dientes. Supongo que todo empezó con aquel pequeño volumen de Canciones y poemas para niños de la colección Labor Bolsillo Juvenil. La lectura de según qué libros del autor entraña cierta dificultad, incluso para un público adulto, pero una gran parte de su obra es accesible para lectores de todas las edades. Aquellos primeros poemas que leí de Lorca siendo, ya digo, muy pequeña, me nutrieron como si estuvieran hechos de pan. Agradezco a Labor que pusiera en el mercado la edición tanto como agradezco a mis padres que la compraran. En la portada, un insecto de cuernos morados y panza amarilla a lunares verdes sostiene con una de sus cuatro patas rojas una fragante flor. Intuyo que no fui la única niña ni el único niño que se los tragó de un bocado: “El lagarto está llorando. / La lagarta está llorando. // El lagarto y la lagarta / con delantalitos blancos. // Han perdido sin querer / su anillo de desposados.”[2] Tal vez un niño no conozca el significado del verbo desposar, pero sabe mucho de lagartos y de lágrimas. Y para qué necesita un niño entender los versos que siguen, si puede simplemente merendárselos: “Un cielo grande y sin gente / monta en su globo a los pájaros. // El sol, capitán redondo, / lleva un chaleco de raso”[3]. El lagarto, la lagarta y el sol con su chaleco lloran tan maravillosamente bien en las ilustraciones de Daniel Zarza (Premio Nacional de Ilustraciones Lazarillo en 1964 y hoy catedrático de urbanismo, responsable de diversos planes generales de urbanismo) que a los pequeños no les queda duda de lo interesantísimo de la escena. (Espero que les guste este relato que llegó a librerías en 2012 dentro de la antología Amazing Bold Stories que formaba parte de la Black Pulp Box de Aristas Martínez.) «Nunca llegaréis a Carcasona», Lord Dunsany «Por el valle, por el viento», Federico García Lorca En la oscuridad más negra del universo, a millones de años luz de cualquier cuerpo celeste, dos luces cruzan la negrura y el vacío infinito a toda velocidad. A veces una de las dos siluetas luminosas se adelanta, a veces es la otra la que gana ventaja. Él es de color azul y ella cambia del verde al violeta. En la carrera no hablan, pero ligeros cambios en el tono de sus cuerpos revelan una intensa conversación. Finalmente, las dos formas luminosas se detienen en un diminuto asteroide gris perla, con seis cráteres en su superficie.
Él ha llegado primero, y se proclama vencedor. Ningún planeta, ninguna estrella percibe su victoria. Ella no tiene necesidad de recuperar el aliento, pero por alguna vieja costumbre toma aire, y su silueta sin ropas, fulgurante, rosea en el contorno de su cintura y verdea en el dibujo luminoso de sus pupilas, y dice: –¡Te he dejado ganar! Otro ligero cambio de color indica que ambos sonríen. Ella se sienta sobre el pequeño asteroide y él la acompaña. Las piernas desnudas y radiantes de los dos se balancean sobre el vacío negro. Ella mueve graciosamente los dedos de los pies, que desprenden suaves rayos violetas. Él se tumba en el asteroide, pero su cuerpo es demasiado grande para la piedra y su cabeza cuelga en la nada. Ella se mira fijamente los pies e intenta evocar el recuerdo de aquellos otros, que cubría con calcetines y zapatos, pero no lo consigue. Poco después él se levanta, se alza sobre el asteroide e, interrumpiendo los pensamientos de la silueta amarilla, exclama con ímpetu: Entrevista realizada por MARTA JIMÉNEZ el 31 de mayo de 2015 para CORDÓPOLIS, fotografías de MADERO CUBERO.
La pareja que escribe, edita y traduce unida no podemos afirmar si permanece unida, pero desde luego sí que se divierte y se ama sin medida. Al menos eso es lo que transmiten Javier Fernández y Ana Ramos, agrónomo y filóloga, escritores, traductores y editores. Antes lo fueron en Plurabelle y Berenice, dos exquisitas editoriales cordobesas, y ahora dirigen desde nuestra ciudad nada más y nada menos que la colección Letras Populares de Cátedra. Un hecho que les hace convivir entre las paredes de su casa con El mago de Oz, Conan, El Coyote, El jardín secreto, Peter Pan o El gólem, lo que convierte su vivienda en una eterna fiesta literaria que invita a meterse en la mente de escritores como Huxley, Lem, Ende, Chandler, Lovecraft o Hodgson Burnett. El sueño de tantos escritores. Hablamos de libros tomados muy en serio, que comenzaron a editarse en 2012 y que se convierten en novelas enriquecidas con introducción (de 60 y 70 páginas), bibliografía, notas y, en algún caso, con las imprescindibles ilustraciones. Estos monarcas de la edición literaria, que formarán parte del próximo equipo de Cosmopoética, eligieron La República de las letras para la charla con Cordópolis, en la que derrocharon paz y felicidad y en la que dejaron más que claro que por encima de editores son escritores. P. ¿Qué es ser un buen lector? R. (Ana) Me gustaría pensar que es alguien que no tiene prejuicios a la hora de enfrentarse a un libro y que aborda distintos géneros sin ceñirse a uno concreto. (Javier) Hoy que va todo tan deprisa se habla mucho de cuántos libros te has leído, y en realidad creo que un buen lector es una persona que lee despacio, que lee pocos libros si me apuras, pero que los exprime bien y realmente le saca jugo. Esto no es una competición de a ver quién lee más libros, sino que los libros te pueden cambiar la vida, se instalan dentro de ti, son puertas a pensamientos, a universos. Yo creo que un buen lector, y estoy de acuerdo con Ana, es una persona inquieta, que lee libros diversos y que además los hace suyos. P. Cátedra suena a canon. De los clásicos hispánicos e internacionales ¿cómo conquistasteis a la editorial? R. (Javier) Estábamos viviendo en México y ya conocíamos a la directora de Cátedra (Josune García), curiosamente en Grecia y en dos viajes distintos, uno en Atenas y otro en Tesalónica. Y en este último ella nos lanzó una pregunta trampa muy complicada: “¿Pero hoy esto de la literatura qué es?”. Nosotros dejamos nuestra editorial, nos fuimos a México, lo pensamos durante mucho tiempo para poder darle respuesta a una pregunta que viniendo de quien venía nos dejó algo descolocados. Yo creo que ella quería expresar que hasta hace un tiempo esto es algo que está sucediendo en todos los ámbitos del pensamiento, en donde antes todo estaba más o menos delimitado. Pero hoy día las etiquetas ya no se aplican de la misma forma. Así que nuestra respuesta fue proponerle una colección de lo que nosotros creíamos que es literatura, de lo que a nosotros nos gusta de la literatura, bien porque dejamos Berenice y teníamos el gusanillo de seguir editando, pero ahora solo los libros en los que realmente creemos y disfrutamos como lectores. Y ese es el germen de Letras Populares. Mandamos un proyecto muy bien hecho, como nosotros hacemos las cosas, y le entusiasmó desde el principio. P. O sea que en realidad fue una respuesta trampa R. (Risas) (Javier) Eso es, le dijimos contestando a tu pregunta, mira qué te parece esto… Le enviamos un listado con cien títulos. (Ana) Luego hicimos el diseño de la colección, muy inspirado en el entorno mexicano, por eso son una portadas muy coloridas y también gustó mucho a la directora. Entre las novedades de Ediciones Cátedra figura Maravillas Malabares, un volumen de 400 páginas que recoge lo mejor de la obra del artista mexicano Guillermo Samperio (Ciudad de México, 1948, autor de más de veinticinco títulos, que le han granjeado importantes galardones como el Premio Casa de las Américas, 1977, el Premio Nacional de Periodismo Literario 1988, o el Premio Instituto Cervantes 2000, otorgado por Radio Francia Internacional). El también escritor Javier Fernández (Córdoba, 1971, autor de Cero absoluto, La grieta o Casa abierta) es el responsable de la selección y edición de este libro en el que he tenido la suerte de participar redactando las notas textuales. En esta entrevista nos cuenta los entresijos de estos malabarismos literarios.
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Ana RamosCórdoba (1979). Escritora. Me gusta el campo y me gusta el Universo. Categories
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